martes, 25 de enero de 2011

Noche de verano muy caluroso.

Acabo de llegar de una fiesta. Había 10 chicos guapos. Hace mucho que no sentía esto. Acostumbrada a que haya 5 chicos que quieran estar con la misma chica y a que haya 100 chicas mirando al chico que medio desean desesperadamente (supúestamente el más guapo de la noche). 5 chicos me acedian (¿es con s o c?) pero resulta que yo estoy con uno de los chicos más bombones de la noche. Dice palabras que nunca quise haber escuchado. Palabras que ojalá pasaran inadvertidas por ser aquellas que siempre quise oír. Esto intenta ser escritura mecánica. A veces digo que hay que tener cuidado con lo que se piensa. Lo descubrí desde Londres en el 2003. Lo que uno desea se le cumple tan inexorablemente como la fatalidad.

¿Que quería un olor intenso? ¿Que me perturbara hasta la inconciencia? ¿Que quería besos de parque al atardecer? ¿Así me sonara tan cursi como novela de escritora barata? ¿Que quería que me tocaran las tetas hasta el cansanco que nunca llegaría? ¿Que quería algo fácil, sencillo, sin tapujos, sin incomprensiones, sin vacíos, sin complicaciones, sin nudos, sin fundaciones? ¿Si quería un pipí grande, de forma hongo, de grueso impecable?

Oráculo, tu deidad se fumó un porro y un rayo me cayó encima.

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